Más allá de que se demoraron más de 3 años en comenzar su construcción y de que la obra fue financiada íntegramente por un Estado fundido, es una gran noticia que a mitad de año, luego de solamente un año de haberse adjudicado se puedan inaugurar 558 km de gasoducto entre Vaca Muerta y Saliqueló en el borde de la provincia de Buenos Aires. Una muestra de lo que el país puede hacer cuando los intereses están alineados y no hay restricciones a las importaciones. Recordemos que en paralelo se están construyendo la ampliación de Oldelval y el Oleoducto Vaca Muerta Norte.
Creo que es importante que este impulso no se pierda con un cambio de gestión. No pueden volver a suceder delays por cambios políticos en lo que debe ser una política de estado. Los equipos de construcción, las personas y la logística utilizados actualmente deben seguir trabajando en futuras obras sin escalas. El segundo tramo del gasoducto (Saliqueló-San Jerónimo) de 484 km debe comenzar de manera continua sin pausas. El valor agregado de estas obras aguas arriba y aguas abajo es inmenso además del ahorro de divisas de importación.
Las interrupciones en inversiones hace recordar el plan Renovar que logró incorporar 5 GW de potencia (más del 10% de la capacidad total de energía) y luego fue interrumpido por falta de financiamiento y de capacidad de evacuación. Estas interrupciones abruptas solo causan mayor desconfianza en nuestro país. Personas y empresas que confiaron pero en algo que fue esporádico.
Creo que sería importante que desde el Estado se explicite un plan de largo plazo. No porque el Estado sea el único responsable de que ocurra, sino para alinear los distintos intereses en su ejecución. Este tipo de políticas permite a las empresas planificar sus recursos en un país con altísimo potencial pero con falta de coordinación.
Por Daniel Dreizzen